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Ya los otros evangelios nos habían mostrado la actitud de los hermanos de Jesús para con Él. En Marcos, por ejemplo, se nos dice que un día su madre y sus hermanos lo vinieron a buscar, porque creían que se había vuelto "loco" (Marcos 3:21). Quizás creían que Jesús estaba delirando, y se "creía el Mesías". Aquí se nos dice que ellos con sarcasmo le sugirieron que fuera a la fiesta (la de los tabernáculos) y se mostrara sus discípulos, para que ellos también vieran sus señales, para que creyeran en Él. Pero Juan claramente nos dice que ellos no creían en Él. Jesús fue claro y directo con ellos: "A ustedes el mundo no los odia...y a mí sí me odia". El mundo no podía odiar a los hermanos de Jesús, porque ellos eran mundanos. No se distinguían del mundo, porque hacían lo mismo que hacía el mundo. Pero a Jesús el mundo sí lo odiaba, porque por su forma de ser y de vivir, exponía las malas obras del mundo. 
Jesús finalmente fue a la fiesta, y dijo estas palabras: "¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, brotarán ríos de agua viva". Jesús es el único que puede saciar nuestra sed. Pero no solo promete saciar nuestra sed: también promete que quienes beban de Él, darán de beber a otros. Quienes crean en Jesús se transformarán en una fuente de bendición. De su boca brotarán palabras de vida. El Espíritu Santo hablará por medio de ellos, llevando vida y salud a todos los que siguen sedientos en el mundo. ¿Te gustaría ser un instrumento de salvación en las manos de Dios? ¿Te gustaría ser una fuente de agua viva? Ve a Jesús cada día, y bebe de Él en abundancia. Que el Señor te bendiga.