La apostasía se había vuelto generalizada en todo Israel en la época de los jueces. Este capítulo nos muestra que la apostasía era tan profunda, que incluso los descendientes del gran caudillo de Israel, también cayeron en ella. Aquí se nos muestra que la tribu de Dan, desde sus mismos comienzos, se apartó del Señor, y mezcló la adoración con los ídolos y los dioses de Micaías. Micaías le había robado a su madre, y ahora la tribu de Dan le robó a Micaías sus ídolos y su sacerdote personal. Finalmente el autor nos revela el nombre de éste levita: se llamaba Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Moisés. Jonatán debería haber sabido que la idolatría era un pecado que Dios aborrecía. Jonatán debería haber sabido que no era correcto que un levita actuara como sacerdote. Pero el texto dice que él se alegró por este ascenso: de sacerdote de un hombre, a sacerdote de una tribu. Nosotros no debemos dejar que ni la fama, ni el dinero, ni ninguna otra cosa nos aparte de la fidelidad al Señor. El mundo nos va a ofrecer de todo, con tal que renunciemos a nuestra fe. Satanás es astuto, y se va a encargar de tentarnos de muchas maneras para no seguir fieles al Señor. No caigas en sus trampas. Permanece fiel al Señor. Que el Señor te bendiga.
