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Si la historia del levita y la muerte de su concubina nos pareció sacada de un libro de terror, la historia de hoy no es mejor. Israel se dio cuenta de las consecuencias de su actuar: casi habían eliminado a una tribu completa de Israel. En su búsqueda de justicia, se habían excedido, y  ahora buscaban reparar el daño hecho. Tenían que buscar esposas para el remanente de Benjamín, que eran tan solo 700 hombres. La solución no parece ser la voluntad de Dios. El texto no dice que ellos hayan consultado con el Señor. Pero recordaron que una ciudad no se había presentado a la asamblea militar en Mizpe. Presentarse era obligatorio, y quienes se negasen, pagarían con la muerte. La ciudad de Jabes de Galaad no se presentó. Entonces la asamblea de Israel decidió destruir Jabes de Galaad, y dejar con vida a sus mujeres vírgenes. Se hallaron 400 mujeres vírgenes, y fueron llevadas a los hombres de Benjamín, con los cuales Israel buscó hacer la paz. Pero aún faltaban 200 mujeres para los hombres que habían quedado de Benjamín. Y la siguiente idea tampoco parece ser una solución muy ortodoxa. Se les propuso a los hombres de Benjamín que raptaran a las doncellas que salieran de Siló cuando fueran a la festividad anual. No se menciona qué festividad fuera, pero si es en época de la cosecha de los viñedos, tiene que ser la fiesta de Sukkot. Israel había prometido solemnemente delante del Señor que nadie podía dar su hija en casamiento a los benjaminitas. Los benjaminitas estaban siendo tratados como verdaderos paganos. Pero Israel no quería verlos desaparecer, y acordaron que así se haría. Y así se hizo. El autor de Jueces termina su libro con su observación: cada hombre hacía lo que mejor le parecía, porque aún no había un rey en Israel. ¿Hay un rey en tu vida? ¿Hay alguien que te dirige? ¿Hay alguien que te muestra el camino a seguir? Ese debe ser Jesús. Él es el único Rey que nos puede guiar a la paz mediante el camino de la justicia y la rectitud. Que el Señor te bendiga.