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Al leer el relato de hoy, muchos se pueden escandalizar al ver que el castigo para un hombre que blasfema contra el Señor era la pena de muerte. Pero debemos recordar que Dios había sido muy claro al entregar su Ley. El tercer mandamiento ordenaba "No tomarás el Nombre del Señor tu Dios en vano, porque el Señor no tendrá por inocente al que tome su Nombre en vano". El Nombre del Señor es Yahweh. Es su nombre del Pacto. Así se presentó a Moisés, y representa su poder, su eternidad, y sus santidad. Los judíos, hasta el día de hoy ni siquiera se atreven a pronunciar el Nombre de Dios, por temor a quebrantar este mandamiento. Maldecir el Nombre de Dios no podía recibir otro castigo. El blasfemo fue apedreado, y su muerte quedó como advertencia a todo Israel. Dios aprovechó de recalcar la Ley de talión, donde se enseña que todo daño al prójimo debía recibir una justa retribución. Dios no quiere que entre su pueblo hayan peleas ni disturbios. Todos debían entender que si se empezaba una pelea, aunque la "ganaras" la pelea, después el juez podía determinar que el daño que hayas causado, se te debía devolver. Que Dios nos ayude a siempre actuar con justicia, y a respetar el supremamente el Nombre de Dios. Que el Señor te bendiga.