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La noche que Jesús fue arrestado, fue una noche que ninguno de los discípulos iba a olvidar. Primero, porque celebraron juntos la última cena de la pascua. Jesús les dijo que Él no la volvería a celebrar, sino hasta que se cumpliera en su Reino, en los cielos. Después se fueron a orar al Getsemaní. No sabes cuánto alcanzaron los discípulos a apoyar a Jesús con sus oraciones, porque la Biblia nos dice que se quedaron dormidos. Pero cuando llegó Judas con los guardias del Templo a arrestar a Jesús, los discípulos estaban listos para presentar pelea (aunque solo tenían 2 espadas). Pero Jesús los detuvo. Y sanó al único herido del enfrentamiento, el siervo del sumo sacerdote. Jesús le advirtió a Pedro de que esa noche todos lo iban a abandonar. Todos lo traicionarían. Pedro había prometido que él acompañaría a Jesús a la cárcel, y hasta la muerte. Jesús le aclaro que en realidad esa noche Pedro lo negaría 3 veces. El problema de Pedro era su excesiva confianza en sí mismo. El problema de Pedro era su orgullo y autosuficiencia. Todavía no había aprendido a morir al yo, ni a confiar plenamente en Jesús. Pero Jesús le advirtió que Satanás esa noche lo sacudiría fuertemente, como se sacude el trigo. Jesús le advirtió que esa noche Pedro se iba a alejar de Él. Pero también Jesús le aseguró que Él estaba orando en su favor. Y cuando regresara, Jesús tenía una misión para él: fortalece a tus hermanos. Si Pedro nunca hubiese fallado, se hubiese jactado toda la vida de su fuerza, de su fe y de su fidelidad. Pero la verdad es que Pedro fracasó amargamente. Y por eso también lloró amargamente. Pero esas lágrimas ayudaron a que el viejo Pedro se ahogara, y finalmente muriera. El nuevo Pedro era un hombre consciente de su debilidad y de sus faltas. Con esa humildad, ahora podría trabajar por sus hermanos con paciencia y bondad. No desde una esfera de superioridad, sino con una convicción de su fragilidad. Nuestra tarea como discípulos es ayudar a quienes se han extraviado a volver al redil. Digámosle a todos: Él Señor está esperando por mí. Y si Jesús me perdonó a mí, también te perdonará a ti. Que el Señor te bendiga.