Con estas palabras comienza el último libro del Antiguo Testamento. Dios te ama con un amor profundo. Pero lamentablemente el pueblo de Israel no estaba correspondiendo a Dios con esa misma clase de amor. ¿Por qué será que nuestro amor por Dios se tiende a enfriar? Si Dios nos da todo: la vida, la salud, la salvación, ¿por qué no lo podemos adorar se todo corazón? El pueblo de Israel estaba adorando a Dios de una forma detestable. Dios llega a suplicar que alguien cierre las puertas del templo, para que no se ofrezcan más ofrendas detestables. ¿Qué estaba ofreciendo el pueblo? Animales enfermos, cojos, y hasta robados. Le estaban ofreciendo a Dios lo peor de su rebaño. Amigos, Dios se merece lo mejor. Las ofrendas tenían que ser perfectas. Se tenía que ofrecer el mejor cordero de la manada. Sin ningún tipo de defecto. Pero el pueblo estaba ofreciendo lo peor. Y los mayores culpables eran los sacerdotes, por aceptar tales ofrendas. Cuando entendamos que Dios nos dio el regalo más grande; cuando entendamos que Dios nos envió a un cordero perfecto y sin mancha, a su propio Hijo, Cristo Jesús, quien murió por nuestros pecados; cuando entendamos el gran amor de Dios, solo entonces cambiará nuestra vida de adoración. Honra a Dios. Honra a tu Padre celestial. Honra al Rey de reyes. Y ofrécele tu vida entera. Vive para Él. Que el Señor te bendiga.