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¡Hasta los discípulos quedaron sorprendidos con la respuesta de Jesús! Llegaron a decir: ¡Entonces mejor es no casarse! En los tiempos de Jesús habían dos escuela rabínicas muy famosas: la escuela de Hillel y la escuela de Shammai. Hillel enseñaba que te podías divorciar por cualquier razón: si tu esposa quema el arroz, dale carta de divorcio. Si tu esposa muestra su brazo en público, dale carta de divorcio. Esto hizo que entre algunos judíos el divorcio se volviera algo muy común, y hasta casi trivial. Shammai en cambio enseñaba que la única razón válida para divorciarse era la infidelidad. Jesús fue más allá, y para responder usó Las Escrituras. Génesis nos muestra que el plan de Dios, al unir a un hombre y a una mujer, era que los dos se volvieran uno. Y Jesús agregó: lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Jesús explica que el divorcio nunca estuvo en los planes de Dios para nosotros. Pero cuando Moisés lo reglamentó, simplemente fue por la dureza de nuestros corazones. Nosotros siempre tenemos que apuntar a seguir el modelo original de Dios. Seguir otros modelos, es alejarnos de su voluntad, y finalmente caer en el pecado, que es el adulterio. Que Dios nos ayude a entender la voluntad de Dios, y nos ayude a obedecerla. Que el Señor te bendiga.