Juan el Bautista cumplió la profecía de Isaías: el era esa voz que clamó en el desierto, preparando el camino para el Rey (Isaías 40:3). Juan tuvo un ministerio muy exitoso. Muchos venían de diferentes lugares a escuchar su mensaje; y muchos lo aceptaban y eran bautizados. Hasta que un día llegó Jesús, desde Galilea. Pero apenas Juan lo vio, vio algo distinto en Él. Lo reconoció. Supo que Él era, de quien él había estado hablando. Juan dijo, vino uno más poderoso que yo, se quien yo no soy ni siquiera digno de desatar su calzado. Juan no quería bautizar a Jesús, porque Jesús era santo. Más bien Juan quería ser bautizado por Jesús. Pero aunque Jesús no necesitaba ser bautizado, Él quería cumplir toda justicia. El Mesías no podía comenzar su ministerio sin antes ser ungido por el Espíritu Santo. Jesús no necesitaba ser bautizado, ya que no tenía ningún pecado que confesar. Pero yo creo que Jesús se bautizó, para darnos el ejemplo. Si tú quieres entrar en el reino de los cielos, tienes que ser bautizado. Tienes que cambiar tu manera de vivir. Debes ser bautizado con el Espíritu Santo, y con fuego. Y tú, ¿ya fuiste bautizado?
Que el Señor te bendiga.