El evangelio es la buena noticia de que Dios envió a su Hijo a salvarnos. Cristo se hizo hombre, para poder sufrir y morir en nuestro lugar. Ante lo que los discípulos estaban por enfrentar, Jesús les recuerda que Él ya lo había padecido. Los fariseos, en su afán de desacreditar el poder de Jesús, lo llamaron el príncipe de los demonios. Si el maestro pasó por esto, sus discípulos no podían esperar pasar por menos. Pero en medio de todas estas advertencias, Jesús les otorga sus promesas: Dios sabe. Así como no cae a tierra un ave sin que Dios lo sepa, ninguno de Uds caerá, sin que el Padre lo sepa. El Señor está pendiente de ustedes, incluso hasta de cuánto cabellos tienen en su cabeza. Y sin son fieles, y permanecen firmes hasta el final, serán salvos. Llegaría el momento en que los discípulos testificarían delante de concilios, sinagogas, incluso delante de reyes. Serían amenazados de muerte, y se les forzaría a negar de su fe en Cristo. Pero si ellos se declaraban por Jesús, Jesús se declararía por ellos delante del Padre y delante de los ángeles en el cielo.