Jesús envió a sus discípulos solos, a cruzar el lago, mientras el se quedó sólo, para poder orar a su Padre celestial. Y mientras los discípulos cruzaban el lago, se desató una tormenta. La vez anterior, Jesús había estado con ellos. Esta vez, estaban solos. A veces Jesús nos permite pasar por tormentas, en las cuales no lo podemos ver. Pero ellos no estaban solos. Aunque Jesús no estaba físicamente con ellos, Él estaba orando por ellos. Jesús oraba, para que no les faltara la fe. Y en el momento más oscuro, más difícil, cuando los discípulos estaban más agotados y angustiados, Jesús apreció caminando sobre las aguas. Cuando la tormenta llegue a tu vida, recuerda las palabras de Jesús: “No tengan miedo. ¡Tengan ánimo! ¡Yo soy!”.