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Lo que pasó con Nínive es asombroso. Dios les extendió su misericordia. Los perdonó de todos sus males. Pero su cambio de corazón no duró mucho. Nahúm se levantó 100 después de Jonás, y esta vez para decretar la total destrucción del Imperio Asirio. Ellos habían destruido a muchas naciones, entre ellas a Samaria, la capital del reino del norte. Habían sido muy crueles, cometiendo crímenes de lesa humanidad. Y ahora ya no había para ellos esperanza. Dios los destruiría y no les dejaría volver a levantarse. Las profecías de la Biblia se han cumplido a la perfección. Dios es soberano y el verdadero juez de toda la tierra. No pensemos que el mal de este mundo quedará impune. Dios hará justicia. Pongamos nuestra confianza en Él, y nunca nos apartemos de sus caminos.