Nehemías es el personaje que va a estar a cargo del tercer grupo de judíos que retornará a Jerusalén desde el reino de Persia. Vemos que Nehemías había logrado llegar a una posición muy estratégica: él era el copero del rey. Ser copero, significa mucho más que solo servir el vino. Él era una persona de confianza del rey. Era un consejero, un confidente del rey. Y cuando Nehemías se enteró de la situación difícil y aún compleja de los judíos en Jerusalén, se angustió en gran manera. Quizás en su mente, él pensaba que los judíos en Jerusalén ya estaban bien, a salvo, y sin problemas. Pero cuando se entera de que seguían sin muros, y con las puertas quemadas, él entendió que el pueblo estaba en problemas. Sin muros, no hay protección; no hay seguridad. Y eso llevó a Nehemías a orar. Él oró, confesando los pecados de su pueblo. Él entendía que todo el mal, era por causa de los pecados y las rebeliones de Israel. Es por eso que lo principal en su oración, fue la confesión. Neheías oró, ayunó y se humilló en la presencia de Dios, y reclamó sus promesas. Pero Nehemías también tenía un plan. Y de eso hablaremos mañana. Que el Señor nos ayude a imitar el ejemplo de Nehemías. Si en algún momento llega una mala noticia a tu vida; humíllate en la presencia del Señor; ora, ayuna y reclama sus promesas. Que el Señor te bendiga.