Tenemos que ser conscientes de nuestro problema: si queremos hacer el bien; si queremos guardar la Ley, por nosotros mismos, no podemos. Pablo se dio cuenta de la cruda guerra espiritual que había en su interior: con su mente quería obedecer a Dios; pero en su cuerpo, el pecado que habitaba en él, se rebelaba contra su mente, y terminaba llevándolo por caminos que Pablo no quería transitar. El pecado es terrible. El pecado es un amo cruel. Y el pecado está escondido dentro de todos nosotros. Pero aunque la lucha es cruel, en Cristo podemos ser más que vencedores. No pongas tu fe en lo que tú puedes hacer. Pon toda tu fe en Jesús. Él es el autor y el consumador de nuestra fe. Él es el que comenzó la buena obra, y Él es el que la terminará. Que el Señor te bendiga.