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Hay una cualidad que realmente me gusta del rey David: él solía pasar muchas horas reflexionando, meditando y orando. Y en sus reflexiones llegó a esta conclusión: el Señor me aconseja; aún de noche me instruye. ¿Has escuchado la voz del Señor? Nos habla a través de nuestra conciencia. Si realmente quieres escuchar la voz de Dios, tienes que primero aprender a estar en silencio. Habla con Él en oración; y luego escucha tu conciencia. Dios suele hablarnos al corazón. A veces podemos confundir su voz con una corazonada, o como si fuera una intuición; eso también existe, pero si le pides que te hable o que te dirija, muchas veces Dios nos va a hablar a la conciencia. ¿Te gustaría tener a Dios por consejero? Yo sí. David en este salmo agradece al Señor por ser su escudo y su amparo. Pero por sobre todo, David destaca que Dios es su herencia. Dios es su porción. David reconoce que Dios es la fuente de todo lo que él tenía. Es cierto que David ganó muchas batallas, y se enriqueció en sobremanera; pero David tiene muy claro que todas esas victorias las ganó porque Dios estaba a su lado. Sin Dios no somos nada. Pero la herencia más imporante, no es una casa, un terreno, o dinero. La herencia que nos ofrece el Señor es la vida eterna. Y para recibir la vida eterna, tienes que poner toda tu confianza y toda tu fe en el Hijo de Dios. Si tu deseo es recibir la vida eterna, te invito a creer y confiar en Jesús. Que el Señor te bendiga.