David escribió estos salmos pensando en sus descendientes que tomarían su lugar en el trono. Probablemente se cantaban de forma antifonal cuando el rey salía a la batalla, o cuando volvía de ella.
Hay tres ideas que quiero destacar de este salmo:
- La ayuda viene desde el cielo. Dios escucha las oraciones en su Santuario Celestial. David tenía muy claro que el verdadero santuario estaba en el cielo. El santuario terrenal era solo una copia del celestial. Dios contesta desde el cielo.
- Dios contesta; pero para que Dios conteste, el Rey debía ofrecer sacrificios y holocaustos. Es decir, el Rey de Israel debía reconocer al Rey Celestial como el verdadero Rey. El Rey Terrenal debía reconocer su pecaminosidad, debía ofrecer sacrificios para hacer expiación, y así pedir el perdón divino. Así se aseguraba de que no hubiera impedimento para que Dios contestara sus oraciones. Sin arrepentimiento, sin confesión, no puede haber bendición.
- La victoria del Rey de Israel no dependía de sus caballos, de sus armas, o de sus ejércitos. No. La victoria siempre ha dependido del Señor. El Señor puede salvar a su pueblo sin su ayuda. Dios puede pelear sus batallas. La confianza no debe ser puesta en nuestros recursos ni habilidades. La confianza debe estar enteramente en el Nombre del Señor.
Puede que tú no seas un rey. Yo tampoco lo soy. Pero Dios es nuestro rey. Y Él sigue peleando nuestras batallas. Te invito a que hoy pongas tu fe en Dios. Pon tu fe en Jesús. Él es nuestro Rey de reyes y Señor de señores. Que el Señor te bendiga.