En el Salmo de hoy, encontramos a un David angustiado, perseguido, pero que sigue esperando y confiando en Dios. Vemos que por lo menos 3 veces David pide perdón. En el versículo 7 él habla de los pecados de su juventud. Luego, en el versículo 11 habla de sus muchos y grandes pecados. Y en el versículo 18 vuelve a pedir perdón. ¿Qué pasó con la integridad de David? ¿Qué pasó con ese David que hablaba de su inocencia y pureza? Creo que entre más tiempo pasamos con Dios, podemos reflexionar más en la belleza de su santidad. Entre más tiempo pasamos con Dios, mejor vemos su carácter, y entonces podemos también ser más conscientes de nuestra pecaminosidad y flaqueza. Solo el Espíritu Santo nos puede revelar nuestra verdadera condición. Y ahora David se da cuenta de su maldad. También es posible que el poder y la fama de haberse convertido en rey, lo haya hecho pecar. A veces, el éxito nos cambia. Nos hace más soberbios y presumidos. El punto es que David es consciente de su maldad, y de su necesidad de perdón. Pero también pide algo muy importante: dirección. De nada sirve el perdón, si se sigue caminando por la senda equivocada. David le pide a Dios que dirija sus pasos. Que lo lleve por el camino de la justicia. Nuestra oración debe siempre ser por perdón, y por dirección. Solo entonces podemos pedir protección y bendición. Dios no nos puede bendecir si seguimos en el camino de la desobediencia y maldad. Te invito a reflexionar en esto. Que el Señor te bendiga.