La ira de Dios es contra el pecado, contra la maldad, contra la injusticia. Asaf nos habla de Jerusalén, como el hogar de Dios. Y es allí dónde Dios va a destruir todas las armas de guerra. Es interesante que Asaf habla de esto en pasado, quizás haciendo referencia a la destrucción del ejército de Senaquerib, del poderoso imperio asirio. Pero este salmo también tiene un gusto apocalíptico; pareciera estar describiendo el juicio final de Dios. Apocalipsis menciona que en el día final, después del milenio, resucitarán todos los perversos, y Satanás los guiará para atacar la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén, la cual habrá descendido del cielo sobre el Monte de los Olivos. Y cuando los malvados rodeen la Santa Ciudad, descenderá fuego del cielo, y los consumirá por completo. Dios destruirá a todos los pecadores. ¿Quién podrá estar en pie delante de Dios? Nadie puede. Todos somos pecadores. Pero quienes hayan aceptado a Jesús como su Salvador, y como su Intercesor y Abogado, se hayan arrepentido de sus pecados, y hayan vivido para la gloria de Dios, alcanzarán misericordia. No hay porque temer el juicio de Dios. Tenemos que temer, es decir, reverenciar a Dios ahora. El temor de Dios es lo que tiene que guiar todas nuestras decisiones y acciones. El juicio de Dios es contra los malvados; pero los justos experimentarán la liberación final. Que cuando el juicio de Dios llegue, que tú y yo podamos alcanzar misericordia. Que el Señor te bendiga.