Santiago es muy claro al señalar que hay una clase de fe que no sirve: la fe que no va acompañada de obras. Esa clase de fe está muerta. La verdadera fe tiene que producir frutos de justicia y obediencia. En primer lugar, Santiago nos invita a tener cuidado con los favoritismos. El amor a Dios y al prójimo tienen que llevarnos a tratar a todos por igual. No podemos tratar bien a ciertas personas, y despreciar a otras en base a su apariencia, recursos o estatus. No. Santiago nos explica que eso sería pecado. Si discriminamos a alguien por cualquiera de estas razones, estamos faltando a la fe. Santiago nos recuerda que habrá un juicio de parte de Dios, y tenemos que vivir de acuerdo a la Ley. No hagamos discriminación en la iglesia. Cristo Jesús no discriminó a nadie. A Él no le importaba el color de la piel, ni el estatus social. Él se relacionaba con todos, y a todos los quería guiar a la salvación.
Una fe viva va a ir acompañada de obras de misericordia. Si no ayudas a tu hermano o hermana que está pasando por necesidad, no estás cumpliendo con la Ley. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Tenemos que aprender a ponernos en los zapatos de los demás. Si yo estuviera en esa situación, ¿cómo me gustaría que me traten? Sigamos el ejemplo de Abraham y de Rahab: que nuestras acciones demuestren que clase de fe tenemos. Una fe viva y saludable. Que el Señor te bendiga.