Santiago no se va con rodeos ni ambigüedades: aquellos que pecan con su lengua, no pueden ser verdaderos creyentes. Santiago dice que la lengua, aunque es un miembro muy pequeño, aún así contamina todo nuestro cuerpo. La compara con un pequeño fuego, que es capaz de incendiar todo un bosque. La lengua, lamentablemente, muchas veces la usamos para difamar y calumniar a otros. Muchas veces la usamos para esparcir rumores. También la usamos para criticar y bajonear a otros. Todos ofendemos muchas veces. Pero tenemos que aprender a controlar nuestras palabras. Y para eso, tenemos que aprender a controlar nuestros pensamientos. Tenemos que ser capaces de dominar nuestras emociones. No podemos dar rienda suelta a una barbaridad de pensamientos negativos. Tenemos que ser una fuente de agua dulce. Tenemos que hablar para bendecir y edificar, no para maldecir y destruir. No dejes que tu vida sea dirigida por el diablo. No dejes que tus palabras sean veneno, ni mucho menos dagas. Pídele al Señor que te de sabiduría. Pídele un nuevo corazón. Pídele que te ayude a ser bendición, y no tropiezo. Que el Señor te bendiga.