Nuestra lucha es contra dos poderosos enemigos: El diablo y sus demonios, y contra nuestro propio malvado corazón. El diablo siempre va a buscar la forma de hacernos caer. Nos va a tentar de todas las formas posibles. Él va a buscar nuestros puntos débiles. Él va a buscar cuales son las formas en que yo puedo caer. Y ahí es dónde me va a atacar. Y nuestro corazón también tiene una gran tendencia al mal. Muchas veces puede ser soberbio, egoísta, mentiroso, envidioso, corrupto. Es increíble que Santiago diga que en la iglesia haya hermanos que pelean y combaten, que matan y buscan solo obtener lo que ellos quieren. Es una realidad: no todos los que están en la iglesia han sido completamente regenerados. No todos están completamente convertidos. Es posible que el evangelio haya entrado a sus vidas, pero quizás solo de forma superficial. Hay partes de nuestro corazón que no se han entregado al Señor; hay pecados de los cuáles aún no nos hemos arrepentido. Nuestra única esperanza es Dios. Él da poder y gracia a los que lo buscan. Humillémonos delante del Señor. Resistamos al diablo. Cuando el diablo venga a sembrar sus semillas de división, y cizaña, debemos evitarlo. No hablemos mal de nuestros hermanos. No dejemos que Satanás nos gane y nos haga pelear con nuestros hermanos. Busquemos a Dios. Humillémonos. Y entonces Dios nos levantará. Que el Señor te bendiga.