La misión que Pablo le encomienda a Tito no era sencilla. Pablo había dejado a Tito en la isla de Creta, para terminar la obra. El modus operandi del apóstol Pablo era el siguiente: el visitaba un lugar, predicaba el evangelio durante un periodo de tiempo. Y luego seguía a su siguiente destino, dejando a los creyentes a cargo de un líder local que era designado por Pablo o alguno de sus colaboradores. En esta ocasión, Pablo le pide a Tito que se dedique a la tarea de buscar a esos líderes locales, para que los nombrara como ancianos de la iglesia. El anciano es el pastor local. Él debe velar por la salud espiritual de la congregación. Debía ser una persona irreprochable. Debía ser fiel al mensaje, y tener un buen carácter. Por sobre todas las cosas, debía ser una persona equilibrada, y no violenta. No debía ser una persona iracunda ni combativa. Pablo le advierte a Tito que los cretenses tenían una mala reputación. Uno de sus profetas dijo acerca de ellos que eran "mentirosos, animales crueles, glotones y perezosos". Y Pablo parece confirmar esa declaración. ¿Qué debía hacer Tito con aquellos que contradecían el mensaje del evangelio o con aquellos que quisieran agregar algo al mensaje de salvación? Pablo dice: ¡Hazlos callar! ¡No dejes que hablen! Suena violento. Pero esto debía hacerse con firmeza y seguridad. Aunque Pablo no quiere que la iglesia se vuelva un lugar de disputas y rencillas, él también entiende que no se puede dejar que la iglesia sea remecida por los mensajes de los falsos maestros. Que el Señor nos ayude a ser personas equilibradas, y que tienen claro cuando se puede escuchar a una persona, y cuando es necesario hacerla callar. Que el Señor te bendiga.