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La octava y la novena plaga terminaron por destruir la poderosa economía de los egipcios. Faraón era tan orgulloso, que prefirió destruir su país antes que dejar salir a sus esclavos. Nuevamente los dioses egipcios demostraron ser inútiles contra el poder del Dios verdadero. Las langostas arrasaron con toda la vegetación de Egipto. Estos insectos pueden llegar a ciertas zonas de vez en cuando. Pero esta plaga que trajo el Señor, no se había visto jamás. No era una coincidencia. No era el azar. Era la mano de Dios. ¿Dónde estaba Anubis, el dios protector de los campos? ¿Dónde estaba Osiris, el dios de la agricultura? ¿y qué pasó con Amón, el dios del viento? Los dioses creados por la imaginación humana no pueden salvar. Solo el Eterno, el Creador de los cielos y de la tierra tiene poder para salvar. Pero los egipcios se negaban a aceptar que el Dios de sus esclavos fuese más poderoso que todos sus dioses. La plaga de la oscuridad demostró que la mayor deidad egipcia tampoco tenía poder alguno. Ninguna deidad era más grande que Ra, el dios sol. Para una nación acostumbrada a tener 365 días de sol, 3 días de completa oscuridad debió ser algo espantoso. Y vemos que Faraón de a poco está cediendo a la idea de dejarlos salir. Pero cómo quiere demostrar su poder, y retener a sus esclavos, él va poniendo condiciones. ¿Quién es el hombre para ponerle condiciones a Dios? Moisés le dijo que todos tenían que ir, incluso los animales, pero Faraón volvió a endurecer su corazón. Dios también nos quiere hacer a nosotros completamente libres. Espero que tú no endurezcas tu corazón, y reconozcas al Señor como el Soberano del Universo, y Él único capaz de ayudarte y bendecirte. Que el Señor te bendiga.