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Hay un gran peligro en la vida espiritual, y ese es caer en la trampa de hacer las cosas por inercia o por costumbre, o hacer algo para ser visto por los hombres, pero no por Dios. A Dios no lo podemos engañar. Él puede leer más allá de las acciones; Él puede leer perfectamente nuestras intenciones y motivaciones. El texto de hoy dice que el pueblo llevaba ayunando por más de 70 años. Pero Dios les dice que esto no lo hacían por Él. Ouch! Esto lo hacían para complacerse a sí mismos. De nada sirve ayunar, si lo hago sin arrepentimiento. De nada sirve ayunar, si no hay un cambio en mi forma de actuar para con mi prójimo. Dios no está diciendo que dejemos de orar, de congregarnos, o de alabarlo. Pero Él quiere que nuestro cambio sea completo. Dios no quiere una religión de ritos y apariencias. Él quiere un pueblo de gente auténtica, verdaderamente convertida, y que le sirva con todo el corazón. Que Dios nos ayude a adorarle con el espíritu correcto: de arrepentimiento, de humildad, y de obediencia. Que el Señor te bendiga.