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Hay algo pasando más allá de cualquier contingencia política local, algo que nos está afectando de manera radical. Estamos -todos, al mismo tiempo, en todas partes- en medio, o quizás al inicio, de una revolución cuyas dimensiones difícilmente podamos comprender en este momento. 
Lo que suponía la gran transformación de todo -la digitalización, la transformación del mundo al idioma binario de los datos y la integración y comunicación permanente de los mismos a través de internet- bien puede haber sido sólo la introducción para lo verdaderamente revolucionario: la irrupción de la Inteligencia Artificial en todas las dimensiones de nuestra vida. 
Presente en cada conversación, preocupación, proyección y fantasía de nuestros días, el tema de la IA nos está obligando a preguntarnos por la naturaleza misma de aquello que llamamos “lo humano”, y a buscar nuevos métodos y propósitos para nuestras actividades más fundamentales. Una de ellas es la educación. 
Ahí, la atención y preocupación ha evolucionado desde las más inmediatas amenazas y oportunidades presentadas por Chat GPT hasta la pregunta de qué, cómo y para qué estamos enseñando a nuestros hijos. 
Para quienes ya llevan un tiempo trabajando en la sistematización y digitalización de los procesos ligados a la educación, las preguntas y desafíos planteados por las herramientas de la IA son ya parte de la realidad en el presente. 
La empresa chilena LIRMI está dentro del grupo de compañías llamadas “ed techs”, es decir, que ofrecen soluciones tecnológicas a la educación. Desde hace nueve años han perfeccionado un software de gestión que permite a los colegios ordenar y automatizar toda la actividad curricular. Y hoy ya han comenzado a integrar la Inteligencia Artificial en sus procesos, y a dimensionar todo lo que ello significa. Emerson Marín, cofundador y director ejecutivo de LIRMI, reflexiona hoy en Crónica Estéreo sobre las implicancias de integrar la Inteligencia Artificial en la Educación.