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Daniel Noboa, quien el domingo pasado se transformó en presidente electo de Ecuador, llegará a la presidencia haciendo historia como el mandatario más joven y comenzará a despejar las múltiples interrogantes que un liderazgo nuevo como el suyo supone en el panorama político de su país. Pero por sobre todas las preguntas hay una certeza: el Ecuador que presidirá está sumido en una grave crisis de seguridad marcada por la violencia del narcotráfico y el crimen organizado. Algo que tuvo su expresión más directa en el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio a días de la primera vuelta electoral. 
Noboa, empresario e hijo del cinco veces candidato presidencial Álvaro Noboa, el hombre más rico de su país, lideró una coalición de centroderecha para llegar al poder, pero él ha resistido una categorización ideológica tan clara. Quizás sea más útil definirlo en función al que sigue siendo el clivaje político más relevante de su país: aquel de anticorreísmo versus correísmo. El ex presidente Rafael Correa vio desde su exilio en Bélgica cómo su fuerza política era derrotada por segunda vez consecutiva en las elecciones presidenciales. Su candidata, Luisa González, obtuvo el 48% de los votos en la segunda vuelta, pero aunque su votación no le sirvió para llegar a la presidencia, sí confirmó que el bolsón electoral del correísmo sigue siendo importante. 
Noboa llega al poder en circunstancias excepcionales: en unas elecciones anticipadas convocadas tras el mecanismo de “muerte cruzada” activado por el presidente Guillermo Lasso en mayo, cuando disolvió el Parlamento y presentó su renuncia. Encarnando un discurso renovador de la política, Noboa sólo gobernará por un año y medio -el período que le restaba a Lasso-, aunque ya ha dicho que buscará la reelección. 
Será entonces un gobierno en permanente campaña, que a juicio de nuestro entrevistado de hoy debe comenzar por tomar medidas y buscar acuerdos en el tema más acuciante del Ecuador de hoy. 
Héctor Yépez, director de la Escuela  de Gobierno de la Universidad Espíritu Santo de Guayaquil, comenta hoy los desafíos de Daniel Noboa.