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En una Francia que en el último tiempo ha debido habituarse a las manifestaciones que derivan en violencia en las calles, un nuevo episodio en la historia de un viejo conflicto volvió a enc enderlo todo. La difusión del video con la muerte de Nahel Merzouk, un adolescente de origen argelino, a manos de un policía que lo detuvo en un control de tránsito, la semana pasada, desató protestas y la violencia en las calles. El hecho ocurrió en la localidad de Nanterre, en las afueras de Paris, pero rápidamente las reacciones se multiplicaron por varias ciudades francesas. La violencia, marcada por enfrentamientos con la policía, incendios y saqueos, ha movilizado a más de 40 mil policías y ha dejado cientos de personas detenidas. 
Si bien las calles galas habían sido sacudidas hace poco por manifestaciones en contra de la reforma de pensiones del gobierno de Emmanuel Macron, esta vez las movilizaciones remiten a un conflicto que ya lleva décadas. Las protestas y disturbios en rechazo a la violencia policial y la discriminación racista en los barrios más habitados por migrantes pobres son una historia recurrente en la Francia de los últimos años. El antecedente más directo está en las grandes manifestaciones del año 2005. Esta ve z, como comenta nuestro entrevistado de hoy, el gobierno parece haber aprendido la lección. 
El periodista de La Tercera Bastián Díaz comenta desde Saint Etienne, Francia, que el gobierno de Macron se ve presionado no sólo por la calle, sino por sus dos oposiciones: la de la izquierda y la de la derecha. Además, advierte que aunque la violencia parece estar ahora en retirada, ni el gobierno ni el sistema político parecen estar haciéndose cargo de los asuntos de fondo.