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Los 72 Discípulos

            Hoy Jesús nos envía delante de él. Esa es la razón por la que estamos aquí en la tierra. Esta es nuestra misión. No hemos elegido estar aquí. Él nos eligió antes del principio del mundo. Ahora es nuestro turno. Solo nos quedan unos cuantos años. Vamos a aprovechar este tiempo, y no distraernos o despistarnos. La semana pasada Jesús nos dijo que le siguiéramos. Ahora nos dice que vayamos. Es un mandato imperativo. Debemos descubrir lo que Él quiere de nosotros. Lo descubrimos normalmente a través de nuestra oración, pero tenemos que estar abiertos a lo que sea, sin tener miedo a lo que nos pida. Estamos aquí para ir al cielo y traer con nosotros a la gente que Dios ha puesto en nuestro camino. No podemos dejar a nadie detrás.

            Jesús nos envía delante de él, pero también nos da unas instrucciones concretas para nuestro camino. Primero y muy importante: rezar. “La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies.” Siempre hay trabajo en la viña del Señor. No hay desempleo. El salario es muy alto: 100% y la vida eterna. Dios sabe que tiene pocos obreros en su viña. No es nuestro problema, sino el suyo. No debería preocuparnos. Todo lo que tenemos que hacer es rezar. Segunda instrucción: las cosas se pondrán difíciles. “Os envío como corderos en medio de lobos.” Es una comparación muy gráfica. Muchas veces nos sentimos apabullados. Nos dice que sabe que vivimos en una sociedad post cristiana, que muchas veces va contra nuestro mensaje, pero que Él está con nosotros. No será fácil, pero contamos con su poder. Aunque a veces parece que el demonio está ganando, sabemos que Dios tiene todo pensado y medido.

            La tercera instrucción es muy sabia: viaja ligero. “No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias.” No dejes que las cosas te hagan ir más despacio. Cuando haces el Camino de Santiago aprendes que ocho kilos son suficientes. Nuestra sociedad intenta crear necesidades para que compremos más cosas superfluas. Cuantas más compras, más tienes que llevar. Así nos quedamos parados, hundidos. La cuarta instrucción nos da un sentido de urgencia. “No saludéis a nadie por el camino.” Pero Jesús, tengo un amigo en este pueblo, y quiero saludarle. No puedes. Pero si se entera que he pasado por aquí, se va a enfadar. No puedes. ¿Por qué? No hay tiempo que perder. Solo nos quedan unos cuantos años más. Tenemos que dejar detrás todo lo que nos distrae de Dios, lo que sea que nos separa de los demás.

            Los 72 volvieron llenos de alegría y entusiasmo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.” Es el poder de Dios. Si somos buenos instrumentos en sus manos, nos asombraremos ante su fuerza. Sin embargo, Jesús quiso dirigirles su energía hacia lo que importa: “No os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo.” En el juicio final de Miguel Ángel se ven dos libros sostenidos por ángeles: el de las buenas obras y el de las malas. El de las buenas es pequeño; el de las malas lo aguantan muchos ángeles. Tenemos que asegurarnos que nuestros nombres están escritos en el que importa.

            Con 72 discípulos ahora en la tierra, Jesús podría cambiar el mundo otra vez. Nosotros estamos llamados a ser uno de ellos. Depende de nosotros. Vamos a seguir sus instrucciones.

 

josephpich@gmail.com