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Marta y María

           Betania está a solo tres kilómetros de Jerusalén. Jesús solía estar allí cuando venía a la ciudad santa, un lugar en el que podía descansar y pasar el tiempo con sus amigos. Beth significa hogar, un buen nombre para ese pueblo. Jesús deseaba ir allí para estar con sus amigos Marta, María y Lázaro. Como hombre, lo pasaba bien con ellos y ellos con él. Nosotros también necesitamos amigos, con los que pasar el tiempo y compartir experiencias. Un amigo es un tesoro. Tenemos que cuidarles y dedicarles tiempo. La fe se difunde y comparte normalmente a través de la amistad.

            San Josemaría solía llamar al sagrario Betania, un lugar donde Jesús encuentra descanso durante sus correteos con los humanos. También nosotros necesitamos ir al sagrario para encontrar refugio, descanso, un lugar donde dejar nuestros problemas con Jesús. Nuestro corazón debería ser como Betania, donde podemos pasar el tiempo con él, y ofrecerle hospitalidad. Le esperamos para que venga a vernos cuando quiera, siempre dispuestos a su visita. Nuestras emociones varían, pero la presencia de Jesús nos da estabilidad.

            Jesús es nuestro amigo. Él siempre estará allí, esperándonos, donde quiera que vayamos. Nos movemos, cambiamos, pasamos por diferentes etapas en nuestra vida, pero él siempre está presente si le dejamos. Nos podemos preguntar si le damos la bienvenida en nuestro hogar. Debería ser nuestro mejor amigo, no uno entre tantos. ¿Qué clase de amistad tenemos con Jesús? Recuerdo con agrado la respuesta que me dio una niña en el colegio, cuando le pregunté si Jesús era su mejor amigo: Padre, Jesús es mucho más que mi mejor amigo.

            Marta era la mayor de los tres, y cuando Jesús llegó, quería que todo estuviera a punto para él. Llegó con sus apóstoles, quizá sin anunciarse, y había mucho que hacer. Mientras Marta arreglaba la mesa y la comida, María, la más pequeña, estaba a los pies de Jesús bebiéndose sus palabras. Con su entrar y salir, Marta no podía seguir la conversación. Solo podía coger aquí y allá una frase suelta. Poco a poco se fue enfadando, echando miradas como dardos a su hermana para que la ayudara. Llegó un momento que no se pudo contener y se situó entre su hermana y Jesús diciendo: ¿le puedes decir a mi hermana perezosa que mueva su trasero y me ayude? Jesús, sonriendo, le recordó, que no se distrajera con muchas cosas, que solo hay una cosa importante. Hagamos lo que hagamos, Jesús es lo importante.

            Tradicionalmente Marta es el icono de la vida activa, y María, la contemplativa. Las distinguimos, e incluso a veces las oponemos, pero no debería ser así en nuestras vidas. Deberíamos ser las dos. Siempre habrá una sana tensión entre las dos, porque una no puede imponerse a la otra. El balance es siempre difícil, pero deberíamos intentar lo que san Josemaría llama unidad de vida. No podemos ser esquizofrénicos y llevar una doble vida. Tenemos que unir trabajo y oración, lo material y espiritual, lo interior y lo exterior.

 

josephpich@gmail.com