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Enséñanos a rezar

            ¿Habéis tenido envidia alguna vez de la oración de otros? A mí me ha pasado a veces, viendo a gente santa rezando. Lo mismo les pasó a los discípulos de Jesús. Lo habían visto rezar, levantándose muy de mañana, pasando toda la noche al raso, sumergiéndose en su relación con su Padre Dios. No les resultó fácil imitarlo. Se les pegaban las sábanas por las mañanas, se dormían cuando intentaban acompañarle por la noche y se distraían mirando a los ricos poner dinero en el tesoro del templo. Les atraía la oración de Jesús, querían rezar como él, pero les costaba mucho seguir su ejemplo.

            Uno de sus discípulos se atrevió a pedirle que les enseñara a rezar. Como excusa dijo que Juan Bautista lo hacía con los suyos. Había un poco de rivalidad entre ambos grupos de discípulos. Eran los profetas más famosos de su tiempo. Ese discípulo aprovechó esa competencia para ir a la fuente de la oración, al mejor profesor, a su cátedra. También nosotros debemos imitar a este discípulo atrevido, pidiéndole a Jesús que nos enseñe a hablar con él, a relacionarnos con él, a conectar con él. Es una petición que la hacemos directamente a Jesús: ¡enséñanos a rezar! Todos los santos han aprendido de él. Lo hacemos con una envidia santa.

            Es una petición más importante de lo que parece. Si aprendemos a rezar, tendremos un acceso directo al corazón de Jesús, y seremos muy poderosos. Es lo que quiere la gente que ama de verdad, penetrar el corazón de su amado, descubrir los misterios de su amor. Nos olvidamos de que el amor humano es un reflejo del divino. A todos nos gustaría estar más cerca de Jesús y nos cuesta mucho conseguirlo.

            Debemos reconocer que no sabemos rezar, que todavía estamos en el parvulario de la oración. Somos como niños que están aprendiendo a hablar; solo sus madres los entienden. Balbuceamos. No sabemos realmente lo que decimos. Las palabras no nos salen derechas. Orar necesita tiempo y práctica, como cualquier cosa que vale la pena. Como aprender a tocar el piano o hablar un nuevo idioma. Hace falta tiempo y experiencia, cuanto más mejor. Perdemos mucho tiempo en cosas que son inútiles, y nos olvidamos de lo importante. Deberíamos pasar más tiempo con Jesús para que nos enseñe a rezar con su ejemplo.

            ¿Cuál es la enseñanza de Jesús? El Padrenuestro. Esa es la oración de los hijos de Dios. Jesús nos enseñó a rezar como niños. Eso es lo que somos delante de Dios. ¿Cuáles son las características más importantes de la oración de los niños? Piden con fe y perseverancia. Una vez le pregunté a un niño en el colegio que salía de la capilla: ¿Qué le has dicho a Jesús? Me contestó: le he pedido algo. Es el lenguaje de los niños, siempre pidiendo cosas. Son pequeños, no tienen nada y necesitan todo. Lo mismo se puede decir de nosotros delante de Dios. Él tiene todo lo que necesitamos. Todo lo que tenemos que hacer es pedir. Nos lo ha dicho él: Pedid y se os dará. Los niños piden con confianza, sabiendo que, si son tozudos, sus padres les darán lo que quieren. Dios nos da lo que necesitamos y sabe lo que nos hace falta. Esa confianza nos lleva a pedir con perseverancia. Dicen que para que los niños consigan lo que quieran, tienen que pedirlo como término medio, cuatro veces. Debemos ser porfiados en nuestras peticiones. A veces Dios espera para darnos, para estar seguro de que queremos lo que pedimos. Cuanto más pedimos, más lo queremos. La demora aumenta nuestros deseos. La mejor manera de conseguir lo que necesitamos, es a través de nuestra Madre. Ella sabe cómo pedir a su hijo.

 

josephpich@gmail.com