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Las Bienaventuranzas

            Las lecturas de la Misa de hoy se concentran en la confianza en Dios. La primera lectura del profeta Jeremías compara al hombre que solo se fía en sí mismo, con el que se fía en Dios. El primero es como un arbusto del desierto, seco y escuálido; el segundo es un árbol frondoso plantado a la orilla de un rio, que tiene agua todo el año y produce frutos maravillosos. El Salmo Responsorial alaba al hombre que abandona su vida en las manos del Señor: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.” La segunda lectura de la carta de San Pablo a los Corintios, contiene su famoso dicho acerca de la importancia de la Resurrección: “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe.” Jesús está vivo y camina con nosotros, especialmente en tiempos de crisis y tormentas, cuando parece que duerme o está ausente.

            Vivimos en una sociedad sin esperanza. Nos hemos olvidado de que somos viajeros, peregrinos, y sin esperanza no podemos mirar hacia adelante. Peter Kreeft dice “somos criaturas del tiempo, constantemente moviéndonos hacia el futuro, con los ojos mirando hacia adelante. La esperanza es como los faros de un coche; no es fácil conducir sin ellos en la oscuridad.” Sin esperanza cuesta más levantarse por la mañana. El símbolo de la esperanza es un ancla: nos agarramos a ella, y es lo último que se pierde.

            Los cristianos creemos en la otra vida. Es lo que nos ayuda a seguir. No nos preocupan mucho las cosas de este mundo, pues miramos hacia adelante, hacia nuestro encuentro con Dios. Gente sin esperanza sólo tienen ojos para el aquí y el ahora. Se habla ahora de transhumanismo, donde los multimillonarios gastan enormes sumas de dinero para intentar pasar el cerebro a un disco duro y así vivir para siempre. No me gustaría vivir en un disco duro, esperando que me lo borren. La vida es frustrante, pero Dios ha puesto en nuestro corazón un deseo de vivir en un lugar perfecto, donde podemos disfrutar de Él y la gente que amamos para siempre.

            El evangelio de hoy nos recuerda las Bienaventuranzas. Estas nos hablan de la esperanza del cielo, conectando la vida de aquí con la del más allá. Bienaventurado viene del latín “beatitudo” que significa felicidad. Estas contienen el secreto para llegar a la auténtica felicidad. Todos queremos ser felices, pero normalmente buscamos la felicidad en lugares donde no se haya. Incluso a veces destruimos nuestras vidas en esa búsqueda, como cuando utilizamos las drogas intentando conseguir un momento de éxtasis, y al mismo tiempo destruimos nuestro cerebro. Todos tenemos la experiencia de perseguir sueños que nos harán felices y acabamos desengañados. 

            Las bienaventuranzas son paradojas, ideas que parecen que van en una dirección, pero ofrecen lo contrario. Son difíciles de entender, con una dinámica opuesta. Debemos fiarnos de Jesús para comprobar que producen los frutos que prometen. Reflejan dichos como “menos es más”, “cuanto más das, más recibes” o “la alegría tiene sus raíces en forma de cruz.” La experiencia nos muestra que funcionan, y producen la verdadera felicidad. Esta se halla detrás de la puerta angosta, subiendo hacia arriba, mientras que el camino que conduce a la perdición es ancho y en bajada.

 

josephpich@gmail.com