La Ascensión
Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que cuando Jesús fue elevado al cielo, una nube lo ocultó a sus ojos. No lo podían ver más. No significa que no esté ahí, sino que está detrás de la nube. El libro del Apocalipsis dice que Jesús volverá sentado en una nube para juzgar a los vivos y a los muertos. No está muy lejos de nosotros, aunque no lo podamos ver. Está detrás de la nube, cuidándonos. Como el sol que desaparece durante la tormenta, pero siempre está ahí, calentando la tierra. Sabemos que Jesús siempre nos protege, aunque a veces atravesemos momentos difíciles o caigamos en agujeros negros.
Mientras los apóstoles miraban al cielo se presentaron dos hombres con vestiduras blancas diciendo: “hombres de Galilea, ¿Qué hacéis mirando al cielo?” Jesús tuvo que enviar dos ángeles para decirles que se había ido definitivamente y que no volvería en un futuro próximo. Hasta entonces Jesús aparecía y desaparecía. Ahora les tocaba comenzar a trabajar. Jesús estuvo tres años enseñándoles el evangelio; ahora era su turno para pasarlo a la próxima generación. Lo hicieron con generosidad, dando su vida, como Jesús hizo por nosotros.
Ahora nos toca a nosotros. Es nuestro turno. Para eso Dios nos ha puesto en este mundo. El Bautismo nos autoriza a llevar el evangelio a los demás, a ser testigos de su resurrección. La gente ve a Jesús como un buen hombre, que dijo cosas bonitas, pero lo ponen al mismo nivel de las demás figuras religiosas. Hay una diferencia capital: los demás piden que sigan sus enseñanzas; Jesús nos dice que le amemos y le sigamos. Él es el único que dice ser Dios. O es un loco, o es verdaderamente Dios. Si aceptamos su divinidad cambia completamente nuestra vida.
Los apóstoles nos dan un buen ejemplo. El evangelio dice que volvieron a Jerusalén con gran alegría. Es la felicidad de la buena nueva, sabiendo que tenemos un tesoro en nuestras manos, que caminamos con la verdad, y que podemos ayudar a los demás a liberarlos de la esclavitud de sus vicios, sus miserias y la oscuridad de una vida sin sentido. Algo dentro de nosotros nos empuja a diseminar el fuego que quema nuestro corazón.
Los ángeles acaban diciendo a los apóstoles que “este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo.” No nos ha abandonado, no nos ha dejado huérfanos. Va a volver por nosotros. Nos está esperando para que terminemos nuestra misión, y nos llevará al lugar que ha preparado para cada uno de nosotros. Un lugar que no podemos ni soñar. Será una sorpresa mayúscula, maravillosa. No te preocupes si te ves cansado. Tenemos toda la eternidad para descansar con Dios y la gente que amamos.
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