La Paz
Cuando Juan Pablo II fue elegido Papa, al salir al balcón de la plaza de San Pedro para saludar a la muchedumbre, comenzó diciendo: No tengáis miedo. No entendí entonces porque había dicho esto. Yo era joven y no tenía miedo al futuro. La vida estaba abierta para mí. Más tarde entendí sus palabras. Nuestra sociedad moderna tiene miedo al futuro. Gastamos mucho dinero en seguros, guardamos el dinero en el banco, las joyas en la caja fuerte y nos rodeamos de medidas de seguridad. Vivimos en una sociedad en tensión, en un ambiente de guerra, porque hemos echado a Dios por la ventana.
Hoy en el evangelio Jesús nos ofrece su paz. Él es la vid y nosotros los sarmientos. Mientras estamos unidos a la vid nos viene la savia. Pero no la queremos. Nos interesa otra paz, la que el mundo ofrece. Pensamos que el dinero nos traerá la felicidad. Dicen que si ganas la loteria tu vida se convierte en un infierno. Los multimillonarios nunca son felices; siempre quieren más dinero. Pensamos que el alcohol, las drogas, el sexo nos harán felices. Es lo contrario. Nos complican la vida.
La paz no viene de una vida sin problemas. No hay vida sin sufrimiento. Tiene que ver como afrontamos los desafíos, como mantenemos nuestra paz interior en medio de nuestra lucha diaria. ¿Qué es lo que me hace perder la paz? ¿Cómo la recupero? Normalmente recobramos la paz cuando rezamos o tratamos de ver las cosas a través de los ojos de Dios. Si estamos ansiosos, preocupados, deprimidos, no podemos rezar. El amor de Dios nos trae la serenidad, la tranquilidad, la paz de mente y el buen humor. Muchas veces utilizamos el tiempo de oración para recuperar nuestra paz. La oración es un ejercicio de aceptar la voluntad de Dios y abandonar las cosas en sus manos.
Santa Catalina de Siena decía que sin guerra no hay paz. Si eres perezoso, si no luchas, si te abandonas, es imposible encontrar la paz. Todos tenemos la experiencia de conseguir la alegría después de ganar una batalla. Para conseguir la paz debemos vencer nuestros enemigos. Si quieres saber quién es tu mayor enemigo, mírate en el espejo cada mañana. No te olvides de tu imagen. Grábala en tu memoria. Somos nuestro peor enemigo.
Los santos experimentan la paz a pesar de muchas tribulaciones. En medio de tormentas furiosas, mantienen una tranquilidad interior. El beato Álvaro era un hombre en paz consigo mismo. Lo puedo testificar yo mismo. Podías sentirlo al estar cerca de él. Tuvo que vencer muchas batallas. Todo el mundo busca la paz, aunque no lo reconozcamos. No es fácil de conseguirla, raro de encontrarla; es como un diamante precioso. Lleva tiempo el adquirirla. Hay que seguir cavando. Los cristianos deberíamos ser sembradores de paz y alegría. No podemos dar lo que no tenemos. La paz es un fruto del Espíritu Santo. Vamos a pedirla: danos la paz.
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