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26 de abril

Ayudar a los maltratados con la verdad

Pastor Mike Novotny

 

Si conoces a alguien que ha sufrido abusos, tienes que leer y prestar atención a las palabras de Isaías: «Aprende a hacer el bien; busca la justicia. Defiende al oprimido»(Isaías 1:17). La palabra defender me hace imaginar una ciudad antigua con murallas altas y puertas fuertes, un lugar construido para mantener a los peligrosos fuera y a la gente a salvo dentro. Así que imagínate de pie en lo alto de la muralla, con tus seres queridos acurrucados dentro, mientras un maltratador se acerca cabalgando hacia la ciudad. ¿Cómo proteges a tus seres queridos? 

Con la verdad. El maltrato sólo puede existir cuando la mentira tiene la última palabra, así que cuando nos sumergimos en la verdad, en lo que Dios ve, en lo que Dios dice, defendemos a los oprimidos. Por ejemplo, un maltratador miente a su víctima y le dice: «Esto es culpa tuya», aunque no lo sea. «Esto no es abuso», aunque lo sea. «Tú me obligaste a hacerlo», aunque él/ella eligió libremente hacerlo. Pero la verdad enciende las luces, quita el maquillaje y muestra las cosas como realmente son.

Más verdad conduce a menos abusos. Por eso, Isaías nos anima a ser personas cuyos labios digan la verdad que rebosa de nuestros corazones. No, el proceso no será fácil (los abusadores son buenos mintiendo, y los abusados están acostumbrados a que les mientan). Pero, sí, el proceso será piadoso. Porque a nuestro Dios le encanta defender a los oprimidos.

Así que habla y di la verdad. Y vuelve a hacerlo mañana. Y al día siguiente. Hasta el Día en que la Verdad misma regrese.

 

Oración:

 

Dios veraz, franco y leal, al igual que los alcohólicos niegan su adicción, también los maltratadores se engañan sí mismos confiados en que su astucia lo librará de las consecuencias de una vida alejada de Dios. En tal condición son un peligro al entorno pues el pecado obra en los hijos de desobediencia. Como a Moisés, me incluiste entre los que hacen las tareas más difíciles en favor del pueblo. Concédeme que en mis labios no se encuentre mentira, ni mi boca hable falsedad. Qué hable la verdad mañana tarde y noche, por Jesucristo tu Hijo. Amén.