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Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos; pero los que quieren enriquecerse
caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en
destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando
algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores. —1 Timoteo
6:8–10, RV95

La Biblia enseña que la «raíz de todos los males es el amor al dinero». El amor al dinero consta de
dos factores que son las armas preferidas de Satanás para arruinar el alma humana y la fe del
creyente: el descontento y la avaricia.

El diablo usó estos dos factores para traer ruina al Edén. Introdujo el descontento al hablar mal de
Dios con Eva. Le dijo que Dios tenía malas intenciones al prohibirles el fruto del árbol de la ciencia
del bien y del mal. Introdujo la codicia al prometer que el fruto los haría dioses y sabios. El
descontento quita la felicidad (Adán y Eva disfrutaban del Edén), y prepara el terreno para la

codicia. Eva creyó la mentira satánica y se sintió descontenta y frustrada con Dios. Aunque lo tenía
todo; ahora, desde su perspectiva, le faltaba lo más importante: el fruto prohibido.

¿Parece que el cónyuge, o la casa, o la vida del vecino le haría feliz si fuera suya? Satanás dirá que
la felicidad vendrá con lo que se codicia. ¿Cómo enfrentar esta estrategia satánica? Hay una sola
manera: cultivar el don de conformarse con lo que se tiene. Por naturaleza siempre queremos
tener más y cada vez estamos menos contentos y agradecidos con lo que tenemos. Pero si
pedimos al Señor su auxilio ante esta tentación, Él no nos lo negará. Cristo vino para salvarnos de
la condenación eterna. Por nosotros perdió su preciosa vida y recibió nuestro castigo, es indudable
que nos ama y quiere lo mejor para nosotros. En gratitud vamos a querer cultivar el don del
contentamiento de manera que podamos decir como Pablo: «He aprendido a estar satisfecho en
cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la
abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado
como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece.» (Filipenses 4:12-13).

Oración:

Señor, perdóname por todas las veces que no fui agradecido en mis circunstancias. Gracias por
que por los méritos de tu Hijo me has perdonado. Concédeme, te suplico, serenidad para
aceptar todo aquello que no ha de cambiar y no puedo cambiar; fortaleza para cambiar lo que
puedo y es tu voluntad que sea cambiado; y sabiduría para entender la diferencia. Amén.