29 de julio
Días más brillantes
Jan Gompper
Cuando era más joven y pasaba por una mala racha, mi madre siempre (y digo
siempre) me decía: «Mañana vendrán días más brillantes». Yo solía responder
poniendo los ojos en blanco, como diciendo: «Sí, claro, mamá».
Quizá tú también estés poniendo los ojos en blanco. Es difícil creer que nos
esperan días mejores cuando estamos pasando por dificultades. Algunos habrán
perdido su trabajo o, peor aún, a sus seres queridos. Algunos de ustedes pueden estar
experimentando soledad o depresión. Algunos se preguntan si Dios se ha tomado
vacaciones.
El eslogan de mi madre no se basaba en ilusiones o en la idea de que el vaso
estaba medio lleno. A decir verdad, vivió muchos días oscuros en su propia vida: la
pobreza, la Gran Depresión, un matrimonio difícil con un marido que luchaba contra
una enfermedad mental. Pero su máxima tenía raíces mucho más profundas. Estaba
arraigada en su fe inquebrantable en la promesa de su Salvador de que «ni la muerte,
ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo
por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor»
(Romanos 8:38,39).
Cuando pienso en las palabras de mi madre, ya no pongo los ojos en blanco. En
lugar de eso, miro hacia arriba, sabiendo que ella está compartiendo ahora «días más
brillantes» con su Salvador y que un día yo también lo haré.
Oración:
Eterno Consolador, tus palabra de salvación son un gran consuelo para nuestros
frágiles corazones. Te bendigo y agradezco porque gracias a los méritos de tu unigenito
tengo promesas seguras de dicha eterna garantizada por tu propia palabra. en gratitud
a tu inmenso amor quiero vivir consagrado a ti en toda piedad e integridad. Concédeme
el ser hallado un siervo fiel, por Jesucristo tu Hijo. Amén.