Sábado 10 de agosto 2024
EL AMOR Y LAS BUENAS OBRAS CRISTIANAS
Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. 1ra de Corintios 13 3.
La Biblia es contundentemente clara al decirnos que la voluntad de Dios es que seamos abnegados con nuestro prójimo necesitado. (Proverbios 14 31). Sin embargo, el apóstol Pablo en el texto de hoy, señala un caso en el que dar a los pobres nuestros bienes no nos sirve de nada. ¿Por qué dice algo que parece contradecir al resto de la Biblia?
Por tanto si se trata de «el dar todo lo que tenemos a los pobres» o de «morir heroicamente quemados», no tiene ningún valor, si lo hecho no surge del amor cristiano (el amor ágape). En el capítulo 13, ágape es la palabra original que se ha traducido como amor, y se refiere a la clase de amor que da al otro, no lo que merece sino lo que necesita. Es posible dar limosna no por amor al prójimo sino por amor propio. Jesucristo denunció que los hipócritas daban a los pobres «para ser alabados por los hombres» (Mateo 6 2). Por eso enseñó a sus discípulos: «cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto.» (Mateo 6 3 al 4). Cuando el amor ágape es el motor que mueve al creyente ese amor no es «jactancioso ni orgulloso.» (1ra de Corintios 13 4).
El amor que vale, es el amor ágape. Dios ordena que le amemos a Él y a nuestro prójimo con amor ágape. Sin embargo, al ser hijos de Adán, nuestro amor está contaminado por el pecado, y no podemos amar perfectamente como Dios lo exige (Mateo 5 48), por eso somos merecedores de toda la ira de Dios. Cristo obedeció perfectamente en lugar nuestro, y por sus méritos, su perfecta obediencia nos es atribuida gratuitamente. Además, en la cruz, pagó nuestros pecados. Por sus méritos hoy estamos sin deuda delante de Dios. En gratitud vamos a querer amar y compartir nuestros bienes a los necesitados.
Oración:
Señor, gracias te doy porque me has iluminado con la luz de tu evangelio. Te suplico que siempre brilles en mí. Brilla en mí, reflejando la luz del Padre, tu glorioso evangelio de amor. Gracias a ti, puedo reposar de querer salvarme por mis propios méritos y quiero compartir este gozo con los demás. Concédeme que lo haga con mi prójimo necesitado por amor y gratitud a ti, y no por ningún otro motivo. Amén.