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23 de Febrero

El dolor del perdón sana

Pastor Daron Lindemann

 

Simplemente perdona y olvida. ¿Has escuchado ese consejo? Probablemente se desarrolló como un estímulo de personas que no conocen la gracia. 

            José conocía la gracia. La historia de Dios sobre José revela a un joven privilegiado que se burlaba de sus hermanos mayores. Entonces ellos lo lastimaron, intimidaron e intercambiaron con los comerciantes de esclavos. 

            A través de más injusticias, José aprendió más sobre el dolor. Abrió la puerta para que Dios le proveyera gracia. “El Señor estaba con José, y éste prosperó” (Génesis 39:2). 

            Como las cicatrices, el dolor que José experimentó no desapareció de su memoria o de su historia. Pero por la fe llegó a aprender que la herida, el dolor y la injusticia no serían el autor de su historia. 

            Las cicatrices nos ayudan a replantear la herida por la gracia sanadora de Dios. Ellas no sólo cuentan nuestra historia, sino también la historia de Dios.

            Cuando José, que se convirtió en gobernante en Egipto, vio a sus hermanos más tarde en la vida, recordó la herida. ¿Cómo podría olvidarla? Pero por la gracia de Dios, su herida había sido sanada. Él perdonó a sus hermanos. 

            “«No tengan miedo. ¿Acaso estoy en lugar de Dios? Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió todo para bien, para hacer lo que hoy vemos, que es darle vida a mucha gente. Así que no tengan miedo. Yo les daré de comer a ustedes y a sus hijos». Y los consoló, pues les habló con mucho cariño” (Génesis 50:19-21).

            El perdón no siempre olvida. Siempre confía en la gracia de Dios.

 

Oración:

 

Aunque merezco tu justa ira y tu castigo, te pido, ¡Oh Padre de misericordia!, que perdones mi pecado y mis muchas rebeliones. Te bendigo y agradezco pues tu Palabra me garantiza tal perdón por los méritos de tu Hijo. Afirma y fortalece mi fe de tal modo que el dolor o la herida que otros me hicieron sane y me lleve a perdonar el mal que me hicieron tal como Tú me perdonas: hazme un instrumento de tu paz, por Jesucristo tu Hijo. Amén.