Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les
anunciamos respecto al Verbo que es vida. Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos
visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba
con el Padre y que se nos ha manifestado. —1 Juan 1:1-2
Usualmente consideramos a la eternidad en términos de tiempo, y es natural hacerlo pues
somos seres conscientes del transcurrir de los días. En la Biblia la eternidad implica
calidad. Así, cuando se trata de vida eterna y muerte eterna, no lo hace en relación a
existencia o inexistencia. La Biblia es clara en que los que van a la muerte eterna siguen
existiendo. En este sentido la vida humana en la tierra no es eterna, tiene calidad de frágil.
No soporta el paso de los años, la agresión de las enfermedades, ni el ataque de la muerte.
Por otra parte, el pecado corroe la vida humana de mal en peor y si no es frenado la lleva a
la perversión irreversible.
Conocemos varias clases de vida. La vida vegetal que usualmente no depende para su
existencia de otros seres vivos, pues extrae su energía vital al procesar los minerales del
suelo con ayuda de la luz solar. Pero la vida animal vive de otras vidas. Necesita consumir
elementos orgánicos (vegetales o animales) para subsistir. Son dos clases de vida
diferentes: las plantas viven de vida vegetal y los animales de vida animal.
¿De qué vida vive Dios? ¡De ninguna! Él es la vida eterna. La vida eterna subsiste por Sí
misma. No depende de nadie. Nada puede dañarla ni corromperla. Es la vida con mayor
calidad. Cuando la vida asumió naturaleza humana quedó expuesta al ataque de la muerte.
Pero la muerte no pudo vencerla. Cristo resucitó porque Él es la vida. A Cristo no lo mató
la cruz. La Biblia dice que Él entregó su vida. Él, voluntariamente permitió que la muerte
afecte su cuerpo para redimirnos. En la resurrección, la vida eterna disipó el poder de la
muerte resucitando su cuerpo humano y demostrándonos que la vida eterna es posible para
nosotros. Tanto su vida entregada (su sangre derramada) como la vida eterna nos son
comunicadas por el poder del evangelio. La misma palabra de Dios, que permanece para
siempre, es la que suministra la vida de calidad eterna. El evangelio no solo es una
enseñanza para ser aprendida o memorizada es, principalmente, el alimento que da vida
eterna. (Juan 5:26; 10:17,18; 6:63). Solo los méritos de Cristo hicieron posible esto. En
gratitud vamos a querer apreciar el evangelio alimentándonos de él continuamente.
Oración:
Señor, te pido que por el poder de tu evangelio fortalezcas en mí la fe salvadora de tal
modo que, en gratitud, quiera alimentarme continuamente con tu palabra salvadora.
Amén.