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A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión
íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer. —Juan 1:18

«Creo solo en lo que veo». Son muchas las veces que he escuchado esta afirmación. Pero la
verdad es que no todo lo que existe es visible y no todo lo visible existe. Por ejemplo: el
aire es invisible y nadie duda de su existencia. Por otra parte, la astronomía afirma que
muchas de las estrellas que ahora destellan por las noches dejaron de existir hace mucho
tiempo y que lo que se ve es la luz restante que tardó bastante para llegar hasta nosotros.
Tampoco existen los espejismos del desierto. La visión es un fenómeno interesante en el
cual la luz que rebota en los objetos es capturada por las células de nuestros ojos y que,
transformadas en señales adecuadas, son interpretadas por nuestro cerebro. En realidad lo
que vemos es una interpretación de lo que existe. Con nuestros ojos no podemos ver la
gama de colores que existen por encima del violeta (ultravioleta) ni por debajo del rojo
(infrarrojo) y sin embargo los rayos ultravioletas, que no vemos, afectan nuestra piel. De
igual modo cuando alguien dice que nos ha visto, en realidad solo vio lo que la luz refleja
de nosotros.

Dios, el Creador de las estrellas es superior a ellas. La radiación del sol es mortal para
nosotros, y estar a una distancia más cercana de la que estamos nos dañaría
irremediablemente. Ver a Dios tal cual es Él aún es mucho más mortal que ver de cerca la
estrella más grande del universo (Hebreos 12:29; Éxodo 33:20). Él irradia tal santidad que
no es posible soportarla. La Creación entera está refugiada en el Verbo, como está escrito:
«él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (Colosenses 1:17) Ni
siquiera los ángeles han visto a Dios tal cual es. Pero Dios es visible en el mundo espiritual
en el Verbo. El Verbo es Dios mostrándose. Ver al Verbo es ver a Dios, protegidos y sin
correr el peligro de que su santidad nos consuma. El Verbo se hizo humano para que la
humanidad pueda conocer a Dios. Puesto que solamente el Verbo, Dios el Hijo, puede
soportar la santidad de Dios, solamente los que estén vestidos de Cristo podrán soportar la

eternidad con Dios cuando se manifieste tal cual es. Quienes rechazan tal protección
quedarán expuestos al resplandor divino sufriendo las consecuencias (2 Tesalonicenses
2:8). Dios, el Hijo, el Verbo eterno se hizo hombre para suministrar a la humanidad la
protección necesaria ante la eterna santidad divina. En la cruz contemplamos el sufrimiento
que nos tocaría padecer si Cristo no fuera nuestro salvador. En gratitud querremos vivir en
la santidad que aquí sea posible.

Oración:

Señor, tú eres Santo y yo solo un miserable pecador que sería consumido ante tu santa
presencia si no fuera porque me has refugiado en tu Hijo Jesucristo. Gracias a él y en
él seré santo por la eternidad. Pero en tanto líbrame de vivir en la impiedad. Amén.