Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no
hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas
por venir. —Juan 16:13
¿Qué es la verdad? Esta es la pregunta que muchos se han planteado pero, como en el caso
de Pilato, no han querido conocer la respuesta (Juan 18:38). Desde la antigüedad no faltan
quienes dudan de la existencia de la verdad. El siglo pasado tuvo su momento en el cual la
idea de que la verdad era alcanzable fue popular. Eso significaba que la verdad existía y
que, ya sea por la investigación científica o por la razón, la verdad sería encontrada. Poco
antes del inicio del nuevo siglo la gran mayoría, decepcionada del avance tecnológico y de
los logros científicos, aceptó dócilmente la antigua idea de que la verdad es una ilusión.
Hoy vivimos en un tiempo que muchos denominan post modernismo o post verdad. Pues,
ahora se aceptan como verdad los más diversos pareceres, por muy descabellados que estos
sean, aunque lo que menos tengan sea un atisbo de verdad. Algo similar sucedía en tiempos
de Pilato. Muchos pensaban que no era posible conocer la verdad y que solo había una
verdad absoluta, y esta era que no había verdad. Cuando Jesucristo respondió al
interrogatorio de Pilato le dijo: «Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar
testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.» (Juan
18:37). Inmediatamente Pilato dejó de escuchar a Cristo. Eso muestra que él no estaba de
parte de la verdad y, como muchos, tenía miedo de conocer la verdad. Hoy sucede lo
mismo, la gente huye de la verdad porque puede ser mala noticia.
La verdad, en principio, sí es mala noticia: nos dice que somos pecadores y merecemos
toda la ira de Dios. Pero después es la más dulce noticia: es verdad que nuestro pecado fue
ya pagado por Cristo y que él hizo los méritos necesarios para que estemos a cuentas con
Dios. Cristo no solo vino para dar testimonio de esta preciosa verdad. También dijo que el
Consolador guiaría a sus discípulos a toda verdad, y así fue. La verdad a la que los
discípulos fueron guiados fue registrada en el Nuevo Testamento (Juan 17:17). Rechazar las
claras enseñanzas de la Biblia es despreciar la verdad y amar la mentira. Quienes
persistentemente proceden así finalmente quedaran engañados sin remedio (2 Timoteo 3:13
cf. 2 Tesalonicenses 2:8-9). Fuimos rescatados de las tinieblas gratuitamente por los méritos
de Cristo, la verdad encarnada. En gratitud vamos a querer amar la verdad y odiar la
mentira (Salmos 119:163).
Oración:
Señor, yo, que solo soy un pecador, también resisto la verdad y por eso soy merecedor
de toda tu ira. Solo gracias a los méritos de tu Hijo puedo ser salvo. Te suplico que el
poder del evangelio que viene a mí por tus medios de gracia me fortalezcas y guardes
en la verdad para la vida eterna. Amén.