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Así que tú, hijo mío, fortalécete por la gracia que tenemos en Cristo Jesús. Lo que me has oído
decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su
vez estén capacitados para enseñar a otros. Comparte nuestros sufrimientos, como buen
soldado de Cristo Jesús. —2 Timoteo 2:1–3

¿Está atravesando momentos de prueba? ¿Necesita fortaleza? Todo creyente que ha atravesado
pruebas ha descubierto cuán frágil es la naturaleza humana. Pedro negó a Cristo, aunque no

quería hacerlo. Así aprendió por experiencia, que, aunque el espíritu está dispuesto, la carne es
débil. También aprendió que la fe puede ser débil, como cuando Jesús le llamó a caminar sobre las
aguas, pero al ver las olas y la tormenta, dudó y se hundió. Puesto que el Señor dijo que
tendremos que enfrentar muchos desafíos y pruebas, necesitamos ser fuertes y valientes. Pablo
exhorta a Timoteo a fortalecerse en la gracia. ¿Cómo hacerlo?

La peor manera es confiar en nuestras propias capacidades. De Adán hemos heredado el orgullo
pecaminoso por el cual imaginamos que tenemos, en nosotros mismos, la suficiente fortaleza
como para superar todo obstáculo. Moisés a sus 40 años estaba convencido que podía liberar a su
pueblo. Pero a los 80 años de edad había aprendido que ni siquiera podía hablar delante de Faraón
(Hechos 7:23-28 cf. Éxodo 4:10-13). Sin embargo, quien conoce que la única esperanza de victoria
es depender de la fortaleza de Dios, aprende que cuanto más grande es la prueba más fuerte se
sale de ella (Números 14:9 cf. Salmos 46:1-3; 2 Corintios 12:10). A Satanás le encanta que
olvidemos que somos criaturas débiles, no dioses. (Santiago 4:15-17 cf. Génesis 3:4).

Fortalecerse en la gracia del Señor no es otra cosa que fortalecerse en la fe (Romanos 4:20). Solo
el evangelio tiene el poder de fortalecer la fe. Dios nos fortalece en su gracia a través del evangelio
contenido en los medios de gracia (el evangelio anunciado y los sacramentos del bautizo y santa
cena). De ahí la importancia de no descuidar la Palabra y de congregarnos con frecuencia. Pero, el
escuchar falsas doctrinas debilita la fe, y puede matarla en quienes tienen fe débil. Tal como
ejercemos cuidado con los alimentos que ingerimos, también es necesario cuidar el cómo
alimentamos nuestra alma. No apreciar la Palabra de Dios como alimento del creyente es un
pecado por el cual merecemos toda la ira de Dios. Cristo apreció la palabra en lugar nuestro y
padeció nuestro castigo como nuestro sustituto. En gratitud vamos a querer fortalecernos en Su
gracia.

Oración:

Señor, te doy gracias porque por los méritos de tu Hijo Jesucristo tengo libre entrada a tu
presencia, vida eterna y fe salvadora. Te suplico que por tu evangelio en los medios de gracia me
afirmes en la verdadera fe para la vida eterna. Amén.