19 de marzo
Irrompible
Sarah Habben
En el clima húmedo del Caribe, los zapatos cerrados sólo me los ponía por obligación, como cuando tenía que renovar el visado y cumplir las normas de vestimenta del Departamento de Inmigración. Uno de esos días, caminaba varias manzanas entre Inmigración y Hacienda con mis «zapatos de inmigración» cuando la puntera de un zapato empezó a moverse. Volví al coche arrastrando los pies, esperando que la suela no se desprendiera antes de llegar a casa y buscar otro par.
El pegamento se despega. Las puntadas se aflojan. Las uñas se oxidan. Las amistades fracasan. No hay vínculo que no pueda romperse. Excepto uno: El amor de Dios por los pecadores como tú y yo. El apóstol Pablo escribió: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor»(Romanos 8:38,39).
Fíjate en esa lista de retos. El amor de Dios no garantiza una vida fácil. Los cristianos mueren; afrontan tentaciones y futuros inciertos; y viven con gobiernos malvados, malos jefes y pérdidas inmensas. Pero ninguna de esas dificultades significa que el amor de Dios por nosotros se haya desmoronado. La mejor prueba de ello son los brazos extendidos de Jesús en la cruz. Abrazó al mundo entero con esos brazos amorosos, perdonándonos incluso los días en que despreciamos su amor y dejamos de lado nuestra vida de fe.
Oración:
Señor, mantén tu amor inquebrantable ante nuestros ojos para que nunca nos cansemos ni nos apartemos de él. Amén.