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Jehová te bendiga y te guarde.
Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia;
Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz.
—Número 6:24-26 RVA95

A lo largo de la semana los creyentes enfrentamos muchas pruebas. También somos
tentados ya sea por el diablo o por nuestra carne pecaminosa y caemos en pecado. Es
posible que muchas veces nos parezca que no hemos cometido ningún pecado. Sin embargo
eso no significa que no hemos pecado. David oró reconociendo que así era: «¿Quién está
consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente!»

(Salmo 19:12). Nuestras propias buenas acciones, aunque loables desde nuestra
perspectiva, no valen nada delante de Dios, tal como el profeta Isaías lo dijo: «todas
nuestras buenas obras son como un trapo sucio» (Isaías 64:6, DHH). Ni siquiera nuestras
buenas obras agradan a Dios pues no las hacemos perfectamente como él lo exige (Mateo
5:48) y están contaminadas por nuestra naturaleza pecadora. Ser consciente de eso puede
ser muy frustrante.

Dios conoce nuestra debilidad y por eso ha enviado a Jesucristo para que por medio de su
obediencia perfecta, en sustitución de nosotros, y por su muerte en la cruz, pagando nuestra
culpa, tengamos perdón. Gratuitamente, Dios nos atribuye los méritos de Cristo. Gracias a
ello, delante de Dios somos declarados justos. El perdón de nuestros pecados nos es
anunciado por el evangelio varias veces en nuestras reuniones. Por ejemplo al inicio, en la
absolución inmediatamente después de la confesión de pecados. También lo escuchamos
durante el Sermón y al participar en la Santa Cena. Por esto es natural que al concluir la
reunión estemos rebosantes de gozo. La bendición con la que Dios mandó a los sacerdotes
de Israel para bendecir al pueblo es nuestra pues Cristo nos reconcilió con él y nos hizo
parte de su pueblo, y por eso es la que se dice al final del culto. Por la bendición de haber
sido perdonados, sin nosotros merecerlo, y por el tiempo de gracia que nos ha sido dado
para vivir consagrados al Señor como expresión de nuestra gratitud, a esa bendición los
creyentes en todas las épocas han respondido alegremente: «Amén. Así sea»

Oración:

¡Amén; así sea! ¡Jehová, Dios Padre, Creador, y Preservador, bendícenos y guárdanos!

¡Amén; así sea! ¡Jehová, Jesucristo, Salvador, y Señor, haz resplandecer tu rostro
sobre nosotros y sé misericordioso con nosotros!

¡Amén; así sea! ¡Jehová, Espíritu Santo, Santificador, y Consolador, vuelve tu rostro a
nosotros y danos paz!