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Si se retrajere, no se complace mi alma en él; pero el justo de mi fe vivirá. —Habacuc 2:4,
(Septuaginta, Pbro. Guillermo Jünemann Beckchaefer)

El 31 de octubre de 1517, víspera de la festividad de todos los santos, un profesor de la
Universidad de Wittenberg fijó en la puerta de la iglesia una convocatoria con 95 tesis invitando a
los entendidos a considerarlas académicamente. No se percató, en ese momento, que su
documento desataría una avalancha de literatura, discusiones y cambios radicales en la cultura,
política, arte y religión de aquella época. Aquel movimiento transformador es conocido como la
Reforma y el profesor no es otro que el Reformador Martín Lutero. ¿Cuál era el centro ante el cual
giraron todos los acontecimientos? El asunto en cuestión era el mismo que hoy trata el texto de la
meditación de hoy: «El justo por la fe vivirá»

Aunque la expresión «El justo por la fe vivirá» está estrechamente vinculada con la historia de
Martín Lutero, él no es el autor de la frase, aunque sí es uno de sus principales difusores. El autor
es Dios mismo, quien inspiró al profeta Habacuc a escribirla y a los apóstoles a citarla (Romanos
1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10:38). Esta sola expresión echa por tierra la idea de que el ser
humano puede alcanzar la salvación, totalmente o en parte, con sus propias buenas obras y es el
tema de toda la profecía de Habacuc. El texto hebreo dice: «el justo por su fe vivirá». Pero la
traducción griega Septuaginta tiene: «el justo de mi fe vivirá». No hay certeza de cuál es la razón
de esta diferencia, pero en hebreo tal diferencia depende únicamente de una pequeña raya que si
es unos milímetros más corta apoya la versión de la Septuaginta. Sin embargo no necesitamos
descubrir más manuscritos para saber lo que claramente enseña toda la Biblia acerca de la fe
salvadora. La Santa Escritura afirma que la fe es un don que el Espíritu Santo otorga al ser humano

por causa de la gracia de Dios y a través del evangelio: «Para obtener esta fe, Dios ha instituido el
Ministerio de la palabra y nos ha dado el Evangelio y los Sacramentos. Por estos medios recibimos
el Espíritu Santo que produce en nosotros la fe donde y cuando Dios quiere en aquellos que
escuchan el Evangelio. Este Evangelio enseña que tenemos, por la fe, un Dios que nos justifica, no
por nuestros méritos, sino por el mérito de Cristo.» (Romanos 10:17; 1:16,17; Efesios 2:8,9 cf. CA5)
En gratitud a la obra salvadora de Dios, vamos a querer confiar sólo en Él y en todo lo que hizo
para salvarnos y no en nosotros mismos.

Oración:

Señor, te doy gracias porque por los méritos de Jesucristo, mi sustituto soy declarado justo por
el don de la fe que tu Espíritu Santo crea en mí mediante el evangelio. Te suplico que defiendas
y gobiernes tu iglesia de tal modo que sea preservada en la doctrina pura de tu Palabra
salvadora. Amén.