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LA RISA SANTA

Abraham tenía ya cien años cuando nació su hijo Isaac. Sara dijo entonces: «Dios me
ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo, se reirán conmigo.»
—Génesis 21:5-6

Muchos imaginan que la vida cristiana devota se caracteriza por llevar una existencia
lúgubre empapada de lamentaciones. Los cristianos somos llamados a vivir en
arrepentimiento. Pero eso no significa vivir amargado y en luto continuo.
Es verdad que lamentamos nuestros pecados y reconocemos que por ellos merecemos toda
la ira de Dios. También confesamos que Jesucristo, como nuestro doble sustituto, obedeció
perfectamente los mandamientos de Dios en lugar de nosotros y fue a la cruz para sufrir el
castigo que nosotros merecemos. Nos duele que Cristo haya sufrido toda la ira el rechazo
de Dios cuando decía «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo
27:45). Pero en la vida cristiana no solo hay el dolor y contrición que viene como resultado
de escuchar la ley de Dios y saber que somos pecadores y merecedores del castigo eterno.
El evangelio son buenas noticias que nos llenan de gozo y alegría al saber que ya no
tenemos que ir a la condenación, sino que tenemos libre entrada al gozo eterno por los
méritos de Cristo. El arrepentimiento cristiano no solo consiste en la contrición o dolor de
haber pecado; también incluye fe, es decir, confianza en los méritos de Cristo para
salvación. La fe salvadora trae gozo y alegría que bien puede ser expresada en una risa
santa. Sara se rio cuando escuchó que sería madre por milagro divino. Pero esa risa fue de
incredulidad. Dios la reprendió por ello, pero también cambió la risa incrédula de ella por
una risa santa de asombro y gratitud. Eso es lo que Sara expresa en el texto de hoy (Génesis
18:11-15, 21:6).

Muchos años más tarde la virgen María expresó una alegría semejante al saber que fue
elegida para ser la madre de Dios por obra del Espíritu Santo, cuando dijo: «Mi alma
glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lucas 1:46-47). La
palabra traducida «regocija» significa «saltar de alegría». Sí, en gratitud, queremos reír y
saltar de gozo pues Cristo nos ha salvado y «porque el reino de Dios no es cuestión de
comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. El que de esta manera
sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por sus semejantes.» (Romanos 14:17-18).

Oración: Gracias Señor, has cambiado mi lamento en baile; me quitaste la ropa
áspera y me vestiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado.
Jehová Dios mío, ¡te alabaré para siempre! Amén.