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Abraham volvió a casarse, esta vez con una mujer llamada Cetura. Los hijos que tuvo
con ella fueron: Zimrán, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súaj. […] Abraham entregó
todos sus bienes a Isaac. A los hijos de sus concubinas les hizo regalos y, mientras él
todavía estaba con vida, los separó de su hijo Isaac, enviándolos a las regiones
orientales. — Génesis 25:1-2, 5-6

La Sagrada Escritura se refiere al pueblo de Dios como el pueblo del Dios de Abraham y en
ese sentido ellos son los hijos de Abraham. Pero también la Biblia enseña que no todos los
hijos de Abraham son parte del pueblo de Dios ¿Cómo así?

En el pasaje que hoy meditamos, la Biblia nos revela que Abraham tuvo otros hijos, aparte
de Isaac. Ellos nacieron de sus concubinas Agar y Cetura. A estos descendientes suyos no
les heredó sus bienes pero si les dio regalos y los alejó de su hijo Isaac. La Biblia no nos
aclara la razón por la que él procedió de esa manera. Pero sí deja claro que no todos los
descendientes de Abraham son parte del pueblo del Dios de Abraham. Al respecto el
apóstol Pablo escribe: «Lo que sucede es que no todos los que descienden de Israel son
Israel. Tampoco por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos. Al contrario: «Tu
descendencia se establecerá por medio de Isaac.» En otras palabras, los hijos de Dios no
son los descendientes naturales; más bien, se considera descendencia de Abraham a los
hijos de la promesa.» (Romanos 9:6-8). Esto significa que el solo hecho de haber nacido
con los genes de Abraham no es garantía de heredar su fe. Juan el Bautista les dijo a los
líderes religiosos de su tiempo: «Produzcan frutos que demuestren arrepentimiento. Y no se
pongan a pensar: “Tenemos a Abraham por padre.”» (Lucas 3:8). Sí, ser hijo de Dios es un
asunto de fe y no de genética. Juan nos dice que Dios, el Hijo, «a los que creen en su
nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos
naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios». (Juan 1:11-13). Este nuevo
nacimiento no sucede por ninguna acción hecha por parte de los hombres y es el resultado
de la obra del Espíritu Santo obrando en el evangelio como poder de Dios. Como está
escrito: «Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que
fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación.» (Santiago 1:18).

Oración: Señor Jesús, te doy gracias por haber sido mi doble sustituto al obedecer
perfectamente y al sufrir, en lugar de mí, el castigo que merezco; y por haber obrado
en mí un nuevo nacimiento mediante el evangelio, de manera que por tu promesa y
mediante la fe he sido hecho hijo de Dios por el Espíritu Santo. Amén.