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5 de mayo

¡Mirad arriba!

Pastor Jon Enter

 

Imagina que eres israelita en el Antiguo Testamento. Recuerdas que cuando el cayado de Moisés golpeó el río Nilo, el río se convirtió en sangre (Éxodo 7:20). Cuando el cayado de Moisés se sostuvo sobre el Mar Rojo, ¡el mar se desgarró! (Éxodo 14:21,22) Y cuando el bastón de Moisés golpeó una roca, brotó agua potable (Éxodo 17:5,6). El báculo era estupendo para los milagros con agua, pero ahora se enfrenta al ejército amalecita. 

            Mientras se libra la batalla, levantas la vista y ves a Moisés con las manos en alto y el bastón en alto. Mientras el bastón esté levantado, tu espada mata. Cuando el bastón cae, también lo hacen los israelitas que están a tu lado. 

            No fue el bastón en las manos de Moisés lo que ganó la batalla; fue el poder de Dios lo que ganó la victoria. Moisés oró pidiendo ayuda. Nosotros oramos con las manos cruzadas y la cabeza inclinada. Los israelitas oraron con las manos levantadas y la cabeza erguida. Mientras Moisés y los israelitas miraron a Dios en oración y confianza, estuvieron a salvo. 

            El bastón en forma de cruz no hizo nada; fue el poder de Cristo muriendo sobre él. Cuando la batalla de tu vida arrecie, mira hacia arriba. Mira a Cristo en la cruz. Mira a Aquel que perdió su vida para que la tuya no se pierda. Levanta la mirada en la oración. Levanta la mirada en la confianza. Eleva a Dios las palabras del Salmo 121:1,2: «Elevo mis ojos a los montes; […] Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra». Levanta la mirada, y no te rindas porque Cristo lucha por ti.

 

Oración:

 

Dios eterno, que eres el verdadero refugio confiable, aunque merezco tu justa ira y tu castigo, te suplico, ¡oh Padre de misericordia!, que perdones mi pecado y mis muchas rebeliones. Defiéndeme de todo mal y peligro, en mi cuerpo y en mi alma. Líbrame de doctrinas falsas y perniciosas, y de guerra y derramamiento de sangre, de las tempestades y las sequías, de los incendios, de las epidemias, de la angustia del corazón y del desesperar de tu misericordia. En todo tiempo sé Tú mi ayuda eficaz, por Jesucristo tu Hijo. Amén.