11 de agosto
Pero prometiste
Sarah Habben
Cuando estoy abrumada, a veces deseo que Dios acerque una silla y me aconseje.
Jacob también tenía motivos para sentirse así. Cumplía la orden de Dios de regresar a Canaán tras 20 años de exilio. Pero Esaú, el gemelo separado de Jacob, que había jurado matar a Jacob, venía a su encuentro. Con 400 hombres. Jacob pensó que no era una fiesta de bienvenida.
Así que Jacob comenzó una noche en vela, luchando con Dios en oración. Pero no oró: «¡Dios, por favor, dime qué debo hacer!». En lugar de eso, oró: «Tengo miedo... pero tú lo has prometido»(paráfrasis de Génesis 32:11,12).
Cuando temo lo que me deparará el mañana, necesito las promesas de Dios. Rompen la nube oscura del futuro como rayos de sol: promesas de perdonar, de proveer, de bendecir.
En medio de la lucha interna de Jacob, Dios apareció de repente. Pero no levantó una silla, sino que le hizo una llave de cabeza a Jacob. Lucharon toda la noche, hasta que Dios dislocó la cadera de Jacob. Jacob aguantó, diciendo: «No te dejaré ir, si no me bendices»(Génesis 32:26). Dios le bendijo. Y Jacob salió cojeando al encuentro de su hermano, más débil de cuerpo pero más fuerte en la fe.
Cuando mis miedos se enfrentan a las promesas de Dios, el proceso puede doler. Pero aprendo que Dios no se esconde. Me habla en su Palabra, me alimenta con su Santa Cena, me lava en el Bautismo. Lucha contra mis dudas y me enseña que las dificultades no son motivo para abandonar a Dios. A veces Dios me permite cojear para que mi fe crezca.
Oración:
Dios todopoderoso y eterno: Te bendigo y agradezco por tu Unigénito y su gran obra redentora, gracias a la cual tenemos perdón de pecados y reconciliación divina. Concédeme fe firme y genuina que descanse en ti confiado en tus promesas bíblicas por las que nos aseguras, no que escasearan los conflictos, sino que tú permanecerás al lado nuestro para ser nuestro consuelo y confianza. Fortaléceme y afírmame en la verdadera fe para la vida eterna, por Jesucristo tu Hijo. Amén.