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¡Ay de los que viven tranquilos en Sión y de los que viven confiados en el monte de Samaria! […]
Ustedes creen alejar el día de la desgracia, pero están acercando el imperio de la violencia.
—Amós 6:1,3

Muchas personas han sufrido trágicos accidentes a causa de no haber un letrero o señal que
advierta del peligro. Aunque usualmente tales señales son colocadas donde corresponde, hay
gente que se las roba, causando un daño enorme. Aunque Satanás no roba las señales de peligro,
es muy hábil empleando efectivas distracciones para lograr el mismo resultado: total desastre.

Tal como el ser humano coloca señales de peligro para advertir del peligro, Dios también lo ha
hecho. Una de estas señales es la ley moral. En la Biblia, Dios usa la ley moral (cuyo resumen son
los diez mandamientos) como un espejo para mostrarnos nuestro pecado. También la usa como
una señal de peligro, una advertencia, de lo que sucede cuando el pecado no es absuelto. Las
profecías bíblicas también son parte de estas advertencias. Para quienes son dominados por la
avaricia, sus muchas riquezas son la advertencia de que en la eternidad será lo que menos
tendrán, y la evidencia de que su corazón es idolatra (Lucas 16:25; Santiago 5:1-3). De eso trata
esta profecía de Amós. Los israelitas del tiempo de Amós gozaban de prosperidad material
superior a la de sus antepasados. Sin embargo, no podían percibir que se encontraban en la total
ruina espiritual y en el peligro de sufrir la condenación eterna, pues su fe estaba a punto de
extinguirse. Como está escrito: «las preocupaciones de esta vida, el engaño de las riquezas y
muchos otros malos deseos entran hasta ahogar la palabra, de modo que ésta no llega a dar
fruto.» (Marcos 4:18). Finalmente les llegó el exilio y la angustia como última señal de advertencia
que anuncia: «La eternidad sin Cristo es lo peor». Las riquezas, el poder, y el bienestar son
bendiciones que Dios nos da, no para que hagamos uso irresponsable de ellas. Sirven para
mostrarnos la condición de nuestro corazón: un corazón corrupto hará abuso del poder. Un

corazón corrupto confiará en las riquezas y no usará las bendiciones de Dios para expandir el
evangelio ni para auxiliar a los necesitados. El Señor dio sus señales de peligro para conducirnos a
Cristo, quien fue justo y murió injustamente como sustituto nuestro para que por sus méritos
seamos salvos. En gratitud vamos a querer confiar solo en él y no en lo que poseemos.

Oración:

Señor, también hice uso pecaminoso de las bendiciones que me has dado. He confiado en ellas
antes que en ti. Merezco padecer toda tu ira en el infierno. Pero Jesucristo, mi sustituto, te
obedeció perfectamente y en la cruz sufrió por mí el castigo que merezco. Por tus medios de
gracia afírmame en la verdadera fe para la vida eterna de modo que, en gratitud, evidencie fruto
de arrepentimiento. Amén.