Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan […] cuán
incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la
fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los
muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo
gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no
sólo en este mundo sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al
dominio de Cristo —Efesios 1:18-22
No falta quien cree que el diablo gobierna el mundo basado en lo que se ve o en alguna
mala interpretación de pasajes bíblicos. La Biblia nos presenta un panorama totalmente
diferente a estas imaginaciones. El texto de la meditación de hoy es una oración del apóstol
Pablo a favor de los creyentes en la que pide que Dios no ilumine para que comprendamos
el poder que puso a Cristo a la diestra de Dios. ¿Cuál es ese poder y cuál es su relevancia? .
Cuando Nicodemo llevó los restos mortales de Jesús a la tumba ese cuerpo no tenía
ninguna vida. Realmente estaba muerto y sin ninguna posibilidad de volver a la existencia y
así se habría quedado si no fuera por el poder que Dios ejerció sobre esos restos. ¿Cuál fue
ese poder? El poder de la Palabra de Dios. Ese mismo poder es el que puso a Cristo a la
diestra de Dios comunicando los atributos de su naturaleza divina a su naturaleza humana.
Es con ese mismo poder que Jesucristo, cien por ciento humano y cien por ciento divino,
gobierna todo el universo. Nada sucede sin el poder de la Palabra de Dios. Lo que Dios ha
ordenado inexorablemente sucederá y nada lo puede impedir. Aunque nos cueste creerlo
todo lo que sucede en el universo ocurre por la voluntad de Cristo y nada escapa de su
control. Cuando Cristo ordena a su iglesia que vaya por todo el mundo y haga discípulos
bautizándolos y enseñándoles todo lo que él ha enseñado, el universo entero entra en
marcha para que su iglesia cumpla la misión. Todo el universo está sujeto a Cristo al igual
que un esclavo lo está a su amo, excepto la iglesia. La relación de Cristo con la iglesia es
como la del cuerpo con la cabeza. Hay una armonía tal que el cuerpo quiere y colabora con
la voluntad de la cabeza. Los creyentes estamos conscientes que somos pecadores y
merecemos toda la ira de Dios, pero también sabemos que Cristo nos sustituyó obedeciendo
perfectamente la ley de Dios y sufriendo en la cruz el castigo que nos correspondía. En
gratitud queremos vivir en armonía con la voluntad divina.
Oración: Señor, por mi propia razón o elección no puedo creer en Jesucristo, mi
Señor, ni acercarme a él y solo merezco tu ira eterna. Gracias te doy, porque tu
Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones,
me ha santificado y guardado en la fe verdadera por los méritos de tu Hijo. Amén.